Llega el invierno, y con él la nieve. ¿Qué mejor experiencia que subir a la bola del mundo? A mi mejor amiga y a mí, nos picó la mosca detrás de la oreja, y tras investigar las rutas y el acceso en transporte público, decidimos empacar bocatas, enfundarnos nuestros gorros, guantes y botas y ponernos en marcha hacia la aventura.
- Tras la odisea de dos horas en el transporte público, llegamos caminando al puerto de esquí de Navacerrada. Habíamos encontrado nada más llegar lo que íbamos buscando... ¡Nieve! Como niñas comenzamos a amasar las porciones de cielo blancas y a lanzarlas al aire. Continuamos ascendiendo, prestando especial atención a las señalizaciones pintadas en la roca, y pasito a pasito, resbalón a resbalón (había zonas con una fina capa de hielo), llegamos a la cima.
La satisfacción y la alegría que se generan en ese momento son indescriptibles, esa sensación de vitalidad y de fatiga que terminan en un resoplo, y una sonrisa.
- Más breve de lo que esperábamos, pero más intensa de lo que nos imaginábamos, pasamos juntas un fantástico día en el puerto de Navacerrada. Lo cierto es que yo ya había hecho antes esa ruta, pero siempre acompañada de mi familia y compañía, y nunca me había enfrentado al reto de ir sola con mi amiga, sin nadie que nos guiara. Por primera vez, hicimos por nuestra cuenta una excursión de senderismo y, aunque tuvimos algunos contratiempos, fuimos capaces de resolverlos de manera que no afectaron al paseo, y pasamos un asombroso día.
Me he dado cuenta que, definitivamente, el deporte y la naturaleza, son una de las cosas que más me llenan. Si además, vienen de la mano de buena compañía, pocas cosan lo pueden superar.
Este año, por Navidad, en vez de regalos, le pediré a Papá Noel, más experiencias así.
¡De momento mi regalo será esta foto desde la cima!