domingo, 29 de abril de 2018

Una arenga por la paz

Hace un par de días una amiga mía a la que le tengo un cariño enorme me pidió un favor. Ella se llama Carla, hemos ido a clase juntos desde segundo de primaria y siempre hemos sido un equipo genial.

Carlita, como la llamamos todos, hace teatro y me contó que tenía que llevar para una de las clases una arenga. Me pidió que le transmitiese inspiración o, que si quería, le escribiese una. Yo, que soy un apasionado de las letras y el "paripé" de la dramaturgia le contesté que encantado le escribiría una.

Hoy la he acabado y se la he enseñado. Le ha encantado y eso me ha hecho sentir tremendamente lleno y feliz. La arenga la he hecho sobre la paz y la libertad del ser humano, porque este curso de Historia me ha hecho ver que somos presos de nuestro egoísmo y, por ello, de las guerras. 

 No es muy larga, pero he intentado condensar muchas cosas en ella, y aunque lo mismo retoco alguna cosita, este es el resultado:

                                                    Arenga por la paz y la libertad

Camaradas, hermanos y hermanas de la libertad: desde que tengo uso de conciencia un gran problema asola al ser humano.
Nuestro planeta, el mayor bien que tenemos, está continuamente en un oleaje de desgracias. Hay guerras en el continente africano que no llegan a nuestro saber occidental, oriente medio está reduciéndose a cenizas, tenemos una crisis colosal de refugiados en Europa y las tecnologías nos aíslan cada vez más… Mientras tanto, los Gobiernos y los medios de comunicación (a merced de ellos) se empeñan en mostrarnos solo parte del problema. Nosotros, preferimos vendarnos los ojos para evitarlo…
¿Es este el destino de la única raza, la humana? ¿Qué va a ser de nosotros si no nos apoyamos? ¿Es que acaso no tienen los individuos de la otra punta de la Tierra cinco dedos en cada mano, ojos, nariz, boca y corazón? ¿Es que no ha habido ya suficientes guerras y sangre derramada a lo largo de la Historia?
Amigos del Mundo entero, hay que poner fin ya. Hay que decir: “¡basta!” Tenemos que unir nuestros brazos y cambiar las pistolas por flores de todo tipo; los puñetazos por abrazos y el egoísmo por amor. Quizás uno o dos “locos” que hablemos en alto no consigamos nada, pero de la unión nace la fuerza y al final, entre todos, tenemos el poder de conseguirlo.
¿No es acaso el afecto una muestra de civilización? Tenemos que demostrarlo. Que por algo nos hacemos llamar “raza inteligente”. Tenemos que enseñarnos lo que valemos como sociedad. Coger un martillo para derribar todas las fronteras y los intereses que nos separan y generan el odio entre culturas. Tenemos que demostrar que somos capaces de amar al ser humano ante todas las cosas y que fruto de ello ha sido avanzar a lo largo del tiempo.
Compañeros y compañeras: yo también tengo un sueño. Yo creo en la validez del ser humano. Creo en el progreso de las civilizaciones. Creo en la libertad. Y, sobre todo, creo en la paz.
Tenemos que empezar a educar a nuestros hijos y a las generaciones venideras en el respeto, en la igualdad, en la empatía y en el afecto hacia todos los seres humanos. Ya es hora de dejar atrás las escusas del género, las razas y las diferencias culturales. Tenemos que levantar ese telón que no nos deja ver que, con nuestras diferencias, todos pertenecemos a una misma especie y eso es inevitable y maravilloso.
Solo entonces, amigos, solo cuando levantemos las barreras y demandemos los valores que queremos, conseguiremos ser libres de toda atadura cuyo fondo es el interés político y económico de unos pocos que se aprovechan como pueden de masas de personas. Es hora de romper el antifaz que llevamos puesto.
El camino no será fácil. Nunca lo será. Pero la victoria será tremendamente satisfactoria y placentera. Es hora de comenzar a creer en la paz y la justicia. Amigos de todo el mundo, ¡unámonos por ello!

Alejandro Sánchez Molina.