Adriana Agramunt Lavin 1ºH
Antes de volver a la rutina y empezar las clases, aproveché para terminar mis vacaciones en Ávila. Estuve con mi padre, mis hermanos y mi perra en Peguerinos. Salimos por la mañana y descubrimos todo el paisaje nevado.
Antes de volver a la rutina y empezar las clases, aproveché para terminar mis vacaciones en Ávila. Estuve con mi padre, mis hermanos y mi perra en Peguerinos. Salimos por la mañana y descubrimos todo el paisaje nevado.
Decidimos adentrarnos en las montañas y rodear un pantano para observar y apreciar el frío paraje que nos rodeaba.
Empezamos caminando por un llano, viendo vacas caladas de nieve, y mientras nos caían copos encima. Pasamos por unos charcos helados y cruzamos un río saltando por los troncos y rocas sin caernos. Subimos la montaña y, puede que yo fuera la única que no sabía dónde estábamos, ya que mi sentido de la orientación es bastante escaso, y eso me hizo sentir perdida en algunos instantes.
Aunque creía que no íbamos a conseguir llegar a ninguna parte, y que mi hermano se dedicaba a lanzarme las ramas cuando pasaba y llenarme de espinas de zarza, pudimos encontrar la carretera y volver a casa admirando las preciosas vistas.
Me sentí aventurera, a pesar de que mi hermana de ocho años es mejor exploradora que yo. Me lo pasé genial. Hubo un momento de la excursión que me emocioné, simplemente por estar con mi familia, por estar en la nieve, por estar disfrutando de la vida y la naturaleza. Me sentí muy afortunada por todo. Hacía mucho tiempo que no recorría la montaña con mi familia y me di cuenta de que lo echaba de menos, de que amo a mi familia, aunque parezca obvio, los quiero muchísimo y adoro pasar tiempo con ellos. Aunque se peleen mis hermanos y puedan ser insoportables, aunque salgan corriendo colina abajo para pegarse, aunque mi padre haga el ángel en el suelo y mi perra se le tire encima y le llene la ropa de nieve, estos son unos de los momentos que me hacen ser muy feliz.
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