miércoles, 25 de octubre de 2017

SUBIDA A EL YELMO. LA PEDRIZA


SUBIDA A EL YELMO. LA PEDRIZA.

Lucía Marcos (1º H)

El pasado 25 de octubre fui de excursión con mis compañeros del instituto a hacer una caminata de 7 km por la sierra de Madrid. La actividad fue organizada por el departamento de educación física del ies Príncipe Felipe. La ruta consistía en subir al Yelmo de la Pedriza.
Cuando se me planteó la oportunidad de hacer la ruta me pareció una actividad interesante, pero a la vez me dio un poco de miedo ya que era una ruta larga y con mucha pendiente.

Cuando llegamos al pie de la montaña y miré hacia arriba me sentí un poco impresionada y a la vez asustada por la experiencia que me esperaba. Empezamos a subir ilusionados, cantando y hablando aunque el camino necesitaba cierta concentración, ya que estaba lleno de piedras y era muy fácil tropezarte. Al rato de subir comencé a sentirme cansada y agobiada, empecé a pensar que no podía conseguirlo incluso en que no debería haber ido; sin embargo, cuando llegamos a la primera parada ,una sensación de felicidad me envolvió y empecé a estar más emocionada. La ruta continuó subiendo la montaña y parando de vez en cuando a descansar y a disfrutar de las vistas. Cuando llegamos al Yelmo me sentí profundamente aliviada y eufórica, me sentí orgullosa de mí misma por haber conseguido llegar hasta arriba. 
Después  de comer y descansar un poco, comenzamos a bajar. La bajada fue menos cansada pero más difícil porque había más riesgo de que te cayeses. Bajé poco a poco intentando no caerme. Hubo un momento en el que pensé que el descenso no acababa nunca y fue en ese preciso instante cuando vi los autocares y me sentí muy aliviada.
En conclusión, la excursión a la Pedriza me pareció un reto que al final conseguí y que me hizo sentir orgullosa y alegre, y además me llevé una experiencia maravillosa y nuevas amistades que hice en el camino mientras nos apoyábamos unos a otros para conseguirlo.
Lucía Marcos

martes, 24 de octubre de 2017

Segunda sesión del III Taller de Creación Literaria

Carpe Litteram, Joaquín Pérez.



            
               Asistí al III taller de creación literaria del instituto, Carpe Litteram, por primera vez el 24 de octubre, en la que fue la II sesión. Decidí apuntarme porque me gusta mucho escribir y expresar mis pensamientos y emociones a través de la escritura, por lo que consideré imprescindible mi asistencia a dicho taller.
            Normalmente, en las primeras sesiones (hay sesiones dos veces por mes), se trabajan los diferentes tipos de relatos. En esta II sesión se trabajó el microrrelato. Tras una breve exposición por parte del profesor coordinador de sus principales características, se nos dio un tema y libertad para escribir.
            El tema elegido para esta II Sesión fue esta foto:

 

            Sinceramente, la experiencia en general fue algo que me sorprendió, aunque gratamente. Poder dedicarle algo más de una hora (lo que duró el taller) a la escritura, involucrando mis cinco sentidos en ella, fue algo que llevaba mucho tiempo sin hacer, debido a la falta de tiempo que me ocasiona el Bachillerato Internacional.
            Además, con el objetivo de proporcionarnos inspiración, nos repartieron chucherías. A continuación hay algunas fotos del momento del reparto, y también del taller en general:

 

            Me gustó mucho sobre todo el poder expresarme con libertad, en la forma que quisiese (dentro de los límites que supusieron el microrrelato y el tema, claro). Me ayudó a estimular de nuevo mi faceta creativa, y descubrí que la echaba de menos.
            El resultado de esa fluidez creativa que me invadió aquel día fue el siguiente:

Vía de escape

       Las agujas se movían con ligereza en el aire, escribiendo todas y cada una de las palabras que tenía que contar, que expresar, cada vez más rápido, con ansia por dejar escapar todo aquello que le ataba y apretaba por dentro, que le hacía contener la respiración. No tenía mucho tiempo; era consciente, pero necesitaba liberarse, escaparse; escaparse para sentirse libre, como darle alas a un pájaro que desea volar, para que recorra todo un prado raudo y frenético, y al final simplemente termine posándose sobre el árbol más cercano.
       Con cada rítmico movimiento de sus manos, se iba aflojando la cuerda.
       Súbitamente, el tren dio un frenazo. Dejó las agujas de tejer sobre sus piernas. Las encerró dentro de su puño y, con paso rápido, salió del vagón del metro, alejándose del prado.

            En definitiva, fue una experiencia muy enriquecedora y que sin duda repetiré asistiendo a la próxima sesión.